Andando voy
sin prisa, buscando en cada esquina,
esa mirada que se cruce con la mía,
buscando
algo más que su sonrisa, que una caricia,
esa sensación que me emociona y me aniquila.
Y con ojos mansos salgo a quererla sin desearla,
Y con ojos mansos salgo a quererla sin desearla,
a poseerla sin ser mía, a darme sin
entregarme,
y alejarme sin marcharme,
viviendo
esta contradicción constante,
van pasando mis días,
encontrando
sin buscar aquello que abre mis heridas,
escarbando en mis adentros, archivando sus memorias,
sus sonrisas y lamentos.
Triste alma en hielo seco, muchas veces destruida,
ofrecida cual promesa de ser salvada por su
próxima víctima,
siendo odiado con la fuerza del amor que juró
tenía,
ganándome
así, la amarga perpetuidad en su recuerdo.
Y volviéndome al fin, el coleccionista de ilusiones,
de pasiones y sueños muertos, de corazones rotos,
guardados cual tristes trofeos de no poder
hacerlo,
encontrar al
ser que borre el deseo de vivir como un muerto.
La historia interminable del encuentro y el destierro,
aunque de
cualquier manera,
siempre se trate del mismo juego,
dos solitarios que se encuentran, para perderse
luego.